Centenario del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungría. La muerte de un hombre que afectó a todo el mundo.
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Archiduque Francisco Fernando heredero del trono Austro-Húngaro photo credit: martin_vmorris via photopin cc |
El 28 de junio de 1914 lo que fue un evento aislado pero grave como el asesinato de un hombre junto a su esposa en la ciudad de Sarajevo en Bosnia, se convirtió con el paso de pocos días en el desencadenante de un conflicto mundial sin precedentes hasta ese momento en la historia de la humanidad. Nunca la muerte de un hombre desde la época de Jesucristo había conmocionado a todo el mundo. Sin embargo, a diferencia de la muerte de Jesús, los efectos sobre la vida de millones de personas en la mayor parte del mundo fueron casi inmediatos y desembocó en una guerra en poco tiempo, algo que no aconteció con la muerte del Mesías.
El atentado del 28 de junio de 1914 fue planeado y ejecutado por una organización terrorista clandestina conocida como la Mano Negra. Los integrantes de esa organización eran fanáticos y extremistas que estaban descontentos por la anexión de Bosnia al Imperio Austro-Hungaro en menoscabo de Serbia. Consideraban que debía conformarse la gran Serbia y darle un gran golpe moral al Imperio Austro-Húngaro que hiciera reconsiderar su posición frente a los territorios balcánicos. Aunque el objetivo criminal se cumplió de asesinar al heredero imperial el efecto real que se buscaba no se logró y las consecuencias fueron realmente devastadoras y catastróficas tanto para esta organización terrorista, los países en conflicto directo, Europa y gran parte del mundo. Los resultados fueron impredecibles y más allá de toda lógica y cálculo, porque lo que era un asunto entre una potencia Europea y una región bajo su dominio local se convirtió en una de las peores calamidades y errores que cobraron un alto precio en la historia de la humanidad.
El asesinato de Francisco Fernando en 1914 realmente no debió de trascender en la forma en que ocurrió. Era en realidad algo grave para el Imperio Austro-Húngaro, pero los culpables eran una organización clandestina a la que se podía castigar y destruir sin llegar a escalar el asunto a nivel de Estado. Esta reacción desproporcionada movida más por orgullo y precipitación, tuvo a su vez una respuesta del mismo nivel. Las reacciones al hecho se sucedieron en un medio político extremadamente complejo y altamente sensible. No hubo mesura de ninguna de las partes que se fueron involucrando en el conflicto, ni una reacción con cabeza fría y objetiva contundente. Todos los países parecían estar esperando un hecho de este tipo para simplemente tener el pretexto de hacer despliegue de su poderío militar y lograr sus objetivos geopolíticos a corto plazo.
Las posiciones encontradas como las del Káiser Alemán Guillermo II, que parecían estar en contra de entrar en el conflicto, no fueron muy convincentes puesto que fue sin embargo uno de los gobernantes más criticados y juzgado con dureza por sus enemigos, acusándolo incluso de ser uno de los principales culpables de la Gran Guerra. Su posición en contra de la movilización militar no tuvieron realmente el eco ni el poder suficiente para detener los sucesos y finalmente se impusieron las intrincadas alianzas imperantes entre las potencias de la época en contra de la razón.
Los acuerdos y tratados entre naciones, aunque deben ser asuntos muy serios, estrictos y que imponen compromisos, jamás dejan de ser un simple texto escrito que no está exento de errores y la aplicación rigurosa de su contenido no siempre es aconsejable y más aún, no pueden convertirse en algo que alcance un carácter casi sagrado y casi infalible como fuente de verdad y justicia. Un documento suscrito entre naciones, es solo un acuerdo entre voluntades sobre asuntos a veces hipotéticos y que ocurren en un determinado instante, que en verdad no cubren todas las posibilidades y muchas veces no tienen asidero en la realidad y no están preparados para determinadas circunstancias y hechos. Es decir, los acuerdos como los existentes en 1914 entre las potencias europeas, no tenían que ser aplicados con rigurosidad y menos a unas circunstancias que en realidad ni obligaban ni ameritaban que se pusieran en ejecución como aconteció.
El magnicidio, afectaba en realidad al Imperio Austro Húngaro solamente, no tenía porqué involucrar a otros estados ni éste llegar al extremo de humillar y declarar una guerra contra Serbia, aunque éste gobierno estuviera de alguna forma relacionado con el hecho, porque no se está afectando a un gobierno sino a todo un país y una población civil que realmente no tuvo nada que ver con este lamentable suceso. No es justo que por grupos de personas fanáticas o criminales (que siempre son una minoría) en un país, se condene a todo el país, incluso así sean muy importantes o que ostenten cargos de autoridad condenar a todo un país a sufrir un conflicto como una guerra es algo injusto. Tampoco, se puede permitir que los ejércitos se movilicen en un país en forma automática para defender tratados o constituciones políticas cuando no estén sustentados sobre la defensa de asuntos graves que afecten a la población en general. En 1914 el asunto fue particular que afectó a una familia imperial, que simplemente tenía que haber aceptado el hecho fatal y haber asimilado de mejor forma, realizando cambios en su estructura monárquica o de gobierno, que les asegurara de alguna forma la continuidad de esta monarquía se podía hacer sin necesidad de llegar al extremo de declaraciones de guerra. Era simple, se tenía que capturar y castigar a la organización criminal de la Mano Negra, buscar el apoyo de los aliados de Serbia para que de alguna forma hicieran a este gobierno reconocer su participación en el suceso fatídico y recompensara de alguna forma el daño a la familia real del Imperio Austro Húngaro, pero sin activar el esquema de las alianzas defensivas y militares establecidas.
Pienso que los tratados internacionales y todas las leyes internacionales son realmente sujetas de interpretaciones y no cubren con perfección, todas la posibilidades y circunstancias de la vida real. Cuando ocurren hechos como el ocurrido aquel domingo 28 de junio de 1914, se puede observar que los pactos y alianzas firmados buscaban la protección entre los estados y eran una forma de amedrentar a los enemigos. Se creía que prevenían de hostilidades y fueron todo lo contrario, terminaron antes favoreciendo y activando un mega-conflicto que costaría millones de vidas y la pérdida de incontables recursos.
En la actualidad, existen conflictos como los de Siria, Ucrania, Irak entre otros, que están moviendo a las grandes potencias a tomar posiciones de manera similar a como ocurrió un siglo antes. No solucionan los conflictos aunque estén generando mucho sufrimiento y pérdidas de vidas y recursos importantes, pero no les importan sino sus intereses particulares, parece que los gobernantes y gobiernos más poderosos no leen ni comprenden las enseñanzas que deja la historia en la forma en que deben apoyar con determinación a terminar los conflictos. Es decir, se vuelven a cometer los mismos errores y no es descabellado argumentar que se puede llegar a una nueva confrontación global por la negligencia, orgullo y ambición desmedida de las potencias mundiales y la falta de compromiso y responsabilidad en buscar soluciones efectivas a los conflictos aunque tengan que hacer concesiones o sacrificios y que en realidad puede terminar afectándoles gravemente a ellos mismos. Si no existe compromisos reales y esfuerzos por parte de las potencias y gobiernos con mayor poder en el mundo, definitivamente no erradicaremos nunca el fantasma de una gran guerra como fue la que se originó en 1914.
El asesinato de Francisco Fernando en 1914 realmente no debió de trascender en la forma en que ocurrió. Era en realidad algo grave para el Imperio Austro-Húngaro, pero los culpables eran una organización clandestina a la que se podía castigar y destruir sin llegar a escalar el asunto a nivel de Estado. Esta reacción desproporcionada movida más por orgullo y precipitación, tuvo a su vez una respuesta del mismo nivel. Las reacciones al hecho se sucedieron en un medio político extremadamente complejo y altamente sensible. No hubo mesura de ninguna de las partes que se fueron involucrando en el conflicto, ni una reacción con cabeza fría y objetiva contundente. Todos los países parecían estar esperando un hecho de este tipo para simplemente tener el pretexto de hacer despliegue de su poderío militar y lograr sus objetivos geopolíticos a corto plazo.
Las posiciones encontradas como las del Káiser Alemán Guillermo II, que parecían estar en contra de entrar en el conflicto, no fueron muy convincentes puesto que fue sin embargo uno de los gobernantes más criticados y juzgado con dureza por sus enemigos, acusándolo incluso de ser uno de los principales culpables de la Gran Guerra. Su posición en contra de la movilización militar no tuvieron realmente el eco ni el poder suficiente para detener los sucesos y finalmente se impusieron las intrincadas alianzas imperantes entre las potencias de la época en contra de la razón.
Los acuerdos y tratados entre naciones, aunque deben ser asuntos muy serios, estrictos y que imponen compromisos, jamás dejan de ser un simple texto escrito que no está exento de errores y la aplicación rigurosa de su contenido no siempre es aconsejable y más aún, no pueden convertirse en algo que alcance un carácter casi sagrado y casi infalible como fuente de verdad y justicia. Un documento suscrito entre naciones, es solo un acuerdo entre voluntades sobre asuntos a veces hipotéticos y que ocurren en un determinado instante, que en verdad no cubren todas las posibilidades y muchas veces no tienen asidero en la realidad y no están preparados para determinadas circunstancias y hechos. Es decir, los acuerdos como los existentes en 1914 entre las potencias europeas, no tenían que ser aplicados con rigurosidad y menos a unas circunstancias que en realidad ni obligaban ni ameritaban que se pusieran en ejecución como aconteció.
El magnicidio, afectaba en realidad al Imperio Austro Húngaro solamente, no tenía porqué involucrar a otros estados ni éste llegar al extremo de humillar y declarar una guerra contra Serbia, aunque éste gobierno estuviera de alguna forma relacionado con el hecho, porque no se está afectando a un gobierno sino a todo un país y una población civil que realmente no tuvo nada que ver con este lamentable suceso. No es justo que por grupos de personas fanáticas o criminales (que siempre son una minoría) en un país, se condene a todo el país, incluso así sean muy importantes o que ostenten cargos de autoridad condenar a todo un país a sufrir un conflicto como una guerra es algo injusto. Tampoco, se puede permitir que los ejércitos se movilicen en un país en forma automática para defender tratados o constituciones políticas cuando no estén sustentados sobre la defensa de asuntos graves que afecten a la población en general. En 1914 el asunto fue particular que afectó a una familia imperial, que simplemente tenía que haber aceptado el hecho fatal y haber asimilado de mejor forma, realizando cambios en su estructura monárquica o de gobierno, que les asegurara de alguna forma la continuidad de esta monarquía se podía hacer sin necesidad de llegar al extremo de declaraciones de guerra. Era simple, se tenía que capturar y castigar a la organización criminal de la Mano Negra, buscar el apoyo de los aliados de Serbia para que de alguna forma hicieran a este gobierno reconocer su participación en el suceso fatídico y recompensara de alguna forma el daño a la familia real del Imperio Austro Húngaro, pero sin activar el esquema de las alianzas defensivas y militares establecidas.
Pienso que los tratados internacionales y todas las leyes internacionales son realmente sujetas de interpretaciones y no cubren con perfección, todas la posibilidades y circunstancias de la vida real. Cuando ocurren hechos como el ocurrido aquel domingo 28 de junio de 1914, se puede observar que los pactos y alianzas firmados buscaban la protección entre los estados y eran una forma de amedrentar a los enemigos. Se creía que prevenían de hostilidades y fueron todo lo contrario, terminaron antes favoreciendo y activando un mega-conflicto que costaría millones de vidas y la pérdida de incontables recursos.
En la actualidad, existen conflictos como los de Siria, Ucrania, Irak entre otros, que están moviendo a las grandes potencias a tomar posiciones de manera similar a como ocurrió un siglo antes. No solucionan los conflictos aunque estén generando mucho sufrimiento y pérdidas de vidas y recursos importantes, pero no les importan sino sus intereses particulares, parece que los gobernantes y gobiernos más poderosos no leen ni comprenden las enseñanzas que deja la historia en la forma en que deben apoyar con determinación a terminar los conflictos. Es decir, se vuelven a cometer los mismos errores y no es descabellado argumentar que se puede llegar a una nueva confrontación global por la negligencia, orgullo y ambición desmedida de las potencias mundiales y la falta de compromiso y responsabilidad en buscar soluciones efectivas a los conflictos aunque tengan que hacer concesiones o sacrificios y que en realidad puede terminar afectándoles gravemente a ellos mismos. Si no existe compromisos reales y esfuerzos por parte de las potencias y gobiernos con mayor poder en el mundo, definitivamente no erradicaremos nunca el fantasma de una gran guerra como fue la que se originó en 1914.
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