No se le puede llamar muerte a una vida que dio frutos. Despedida de Nelson Mandela a sus 95 años.
La imagen de este libro me sirve para
colocar en este tema no por su valor
económico, sino porque es muy
difícil encontrar una imagen en el
dominio público o gratuito por las
reglas que rigen en derechos y
utilización de imágenen en internet.
Este se uno de los muchos y grandes libros
que sobre Nelson Mandela se han escrito.
Nelson Mandela se despide de su vida terrenal a sus 95 años. Un hombre que se puede considerar que su vida dio frutos al mundo, no se puede considerar que ha muerto, nunca puede morir alguien que hizo algo tan noble por su país y por la humanidad.
El Apartheid de Sudáfrica si murió y le tocó en vida a Nelson Mandela ver como desaparecía un régimen opresivo, racista e injusto que incluso aisló a ese país por muchos años de la realidad de los cambios políticos y sociales que eran necesarios para hacer una vida más justa y humana.
Nelson Mandela creo que es uno de los últimos y más grandes ganadores del Premio Nobel de la historia mundial, ganador con méritos indiscutibles. Su vida fue un ejemplo de sacrificio y lucha por un ideal, sufrió 27 años de prisión que son casi toda una vida y sin embargo, la vida le recompensó con más años hasta la edad avanzada de 95 años.
El era un hombre fuerte en su juventud, pero los años de prisión hicieron mella en su salud y hoy por fin descansa después de meses y años sobre su verdadera calidad de vida. Estar en coma o en un hospital no es calidad de vida, hoy puede decir que vuelve a nacer, ya como leyenda que nunca se va a borrar, ya se codea en el Panteón de los ilustres con hombres de la talla de Gandhi. Un hombre que logró la libertad para su pueblo en forma más silenciosa, sin grandes escándalos y sin recurrir a la violencia.
No necesitaba decir muchas palabras, su liderazgo era natural y a diferencia de los políticos populares y remedos que hoy quedan en el mundo, que no se cansan de llamar la atención, cual payaso de Circo en busca de aplausos que buscan con ahínco un inmerecido premio Nobel de Paz, para decorar una vitrina y estampar un nombre en una placa, él nunca hizo lo que hizo por un premio. Sus palabras eran congruentes, sinceras y simplemente actuaba. No necesitó de la violencia ni derramar sangre inocente o culpable, para justificar sus actos. Su estadía en prisión fue el gran precio que tuvo que pagar por su pueblo y que cualquier hombre no es capaz de sobrellevar como él.
Sudáfrica hoy es una gran nación, donde él solo logró derribar una gran barrera de odio irracional que marcó gran parte de la historia de la humanidad, desde el sistema esclavista de los antiguos y grandes imperios como el Romano hasta el siglo XX y en países tan desarrollados como Estados Unidos hasta hace unas pocas décadas que mantenía aún vigente la segregación racial.
Pido hoy una oración que acompañe a Mandela al encuentro con el creador, una oración de agradecimiento a Dios por haber regalado al mundo un hombre que vamos a extrañar y que necesitamos que envíe con sus grandes cualidades más seguido a nuestro mundo sumido en barbarie, maldad y sobre todo de personas hipócritas y falsas que esconden malas intenciones en palabras bonitas y gastadas. Que quieren llamar virtud al mal y que hoy son llenados de elogios por camaradas también faltos de virtud.
Mandela es también de las pocas personas que uno podía ver en sus ojos y en su rostro la sinceridad de sus palabras y sus hechos. Yo soy Católico y se que Mandela es de otra creencia o religión, pero estoy convencido que llegará al cielo y estará ante Dios inclusive antes que muchos creyentes católicos o de otras religiones que creen en Dios, pero no tenemos una carta de presentación como lo es una vida de sacrificio y de logros por el bien de la humanidad como la que tiene para mostrar Nelson Mandela.
Muchos de nosotros, creo que nos presentaremos vacíos, con vergüenza y sin frutos que mostrar como si puede hoy hacer el gran Nelson Mandela.
Pienso que deberían crear un nuevo premio que reemplace al desacreditado Premio Nobel, Nobel de Paz que se entrega como para llenar un protocolo y que sabemos que ha sido entregado en los últimos años sin méritos reales ni suficientes.
Muchos hombres que trabajan en silencio en el mundo como Mandela han hecho más méritos que muchos de los prohombres que figuran hoy entre los galardonados. Hasta los postulantes que hoy buscan el premio, más por avaricia y ambición, y si pueden lograrlo con trampas seguro lo harán, merecerían más ser más encarcelados o forzados a realizar trabajos comunitarios, porque ofenden la naturaleza real de la Paz.
Nelson Mandela logró una Paz en su país, que solo Dios en realidad concede, Dios la concedió por lo que sufrió Mandela y porque el sentía y vivía ese ideal aún en los momentos más difíciles de su vida como los años que vivió en la cárcel. Lo recibió como ofrenda agradable y a este hombre le concedió también que pudiera ver en vida sus sueños cumplidos.
La Paz no se puede convertir en un instrumento político, pendenciero y malintencionado para ensalzar hombres corruptos y malvados y pregonar ideales o virtudes disfrazados de males que se han ocasionado o que tratan de encubrir verdaderos actos de maldad por una mal llamada Paz y que trae consigo sufrimiento y más maldad para pueblos y personas inocentes.
Ningún hombre da la Paz, solo Dios se vale de hombres con el talante, fortaleza, virtud, calidad humana y sobre todo la humildad que caracterizaban a Mandela, otorgarla como consecuencia de sus hechos y palabras sinceras haciendo que la Paz verdadera llegue a los hombres.
Hay de aquellos que pregonan una falsa Paz, hasta en el Apocalipsis se menciona que el Anticristo primero será un adalid de la Paz, que luego mostrará su verdadero rostro de maldad al mundo, pero que será destruido por el mismo Dios. Si yo fuera uno de esos hombres que hoy se llenan la boca de mentir sobre la paz, me arrepentiría y pediría perdón a Dios y a la humanidad por pregonar falsamente un ideal y un valor que solo viene de Dios, porque de lo contrario estaría sujeto irremediablemente al castigo divino, cual si fuera el mismo demonio que se ganó su castigo, por soberbio, falso y atribuirse cosas o dones que son solo de Dios.
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